El día 30 de junio de 1908, a eso de las 7 de la mañana, sobre el territorio de Siberia Oriental, en las proximidades del río Podkamennaya Tunguska, estalló y voló por miles de kilómetros un objeto ígneo. ¿Qué fue ese objeto?, los científicos todavía lo desconocen. Por la escala de las destrucciones, así como por la atmósfera misteriosa que lo rodea, el fenómeno todavía ocupa el primer lugar entre las catástrofes naturales.
El área donde se produjo el evento está escasamente poblado. Sólo un puñado de representantes de pueblos nativos fueron testigos y luego contaron que el mismo Dios Ogdý descendió a la Tierra vomitando fuego. Los cazadores notaron que en una de las dos colinas cerca de la localidad de Vanavara, ubicadas en el camino del bólido, su cima fue cortada como con el cuchillo y en el lugar de la otra apareció un lago, un lago en donde el agua bullía. Tanto se asustaron los nativos que se prohibió visitar esos lugares.
En cuanto a la ciencia, después del estallido las estaciones geofísicas en todo el mundo registraron una fuerte onda de choque que dos veces envolvió a la Tierra. Incluso la corteza terrestre se agitó, se produjeron varios terremotos en Asia y en Europa se observaban extrañas nubes que brillaban por la noche.
El famoso geólogo Serguéi Óbruchev que estudió Tunguska en los años veinte, encontró un macizo forestal entero abatido al norte de la localidad de Vanavara. Después fue hallado el epicentro de la explosión. La primera hipótesis propuso que el fenómeno de Tunguska se debió a un meteorito; no se encontró ningún trozo del cuerpo celeste.
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